Ante el desencadenamiento de una crisis de alcance mundial por Covid-19 hay plantear dos cuestiones importantes: la diferencia en cómo se afronta la pandemia según países, en primer lugar, y los resultados que obtienen para frenar su expansión y los fallecimientos derivados, en segundo.
La primera cuestión tiene a su vez dos variantes muy importantes de las que, además, dependen los logros antes citados.
Muchas veces, en la jerga común, cuando se habla de países en realidad se está hablando de estados. Un atributo fundamental del Estado es la soberanía en el interior de sus fronteras. Ante una crisis como la presente la primera reflexión necesaria es constatar la vacuidad de las promesas que se nos hicieron con relación a la pérdida de soberanía de los estados. Mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre la “cesión” de soberanía hacia espacios infraestatales (regiones, naciones sin estado, estados federados, etc.) y también hacia espacios supraestatales (Comunidad Europea principalmente en nuestro caso). La realidad del coronavirus ha reavivado el espacio estatal como el lugar privilegiado de control y toma de decisiones.
En esta línea, Josep Ramoneda, en un artículo reciente (ARA 2020/04/14), afirmaba:
Al final, los que han parado de repente un mundo superacelerado han sido los estados nación. Y el lunes el presidente Macron dio toda la solemnidad a este retorno. ¿Por qué, ahora, los estados nación, cuando buena parte de los problemas han venido como consecuencia de su pérdida de capacidad para poner límites a las dinámicas incontroladas de los mercados y de las finanzas? Pues, precisamente porque a la hora de parar todo se ha visto que siguen siendo los únicos que tienen herramientas para hacerlo.
La primera idea que se puede extraer de la reflexión de Ramoneda es que, en realidad y en el fondo, los estados nación no habían perdido su poder. A regañadientes habían cedido parcelas por arriba y por abajo. Pero tenían un as en la manga. Y ante la crisis lo han sacado. Y, por ahora, con éxito.
Esta característica es, en mayor o menor medida, común a todos los estados. Se resisten con uñas y dientes a ceder soberanía a instancias superiores a ellos. Incluso cuando la coyuntura de bonanza propició la creación de la Unión Europea, las resistencias fueron fuertes. Algunos, como el Estado español, hicieron de la necesidad virtud y se apuntaron para obtener sus réditos de los fondos comunitarios.
Cuando se produjo el intento de elaborar una “constitución europea” el resultado fue muy claro. El Estado francés y Holanda votaron en referéndum y lo hicieron en contra. En el español se hizo desde el Parlamento.
En el mismo sentido, Josep Gifreu en El Punt-Avui (2020/04/16) decía:
(La crisis) actual ha puesto de manifiesto la centralidad (todavía) de los estados nacionales. Es una crisis planetaria, sí, pero gestionada por los gobiernos “nacionales”. Hay un tipo de control imprescindible en situaciones de emergencia: el control de la información/desinformación.
Partiendo de esta situación se constata la existencia de diversos grados de democracia en los estados. Hay estados férreamente unitarios que, además en el caso español, manifiestan pavor por la democracia. Otros, también unitarios como el francés, guardan las formas de modo más correcto. En ambos casos estamos hablando de estados multinacionales que no reconocen la existencia de unas naciones subordinadas a su férula, lo que no quiere decir que no sigan existiendo y que tengan sus propios problemas. Pero donde antes decían “café para todos”, ahora proclaman “virus para todos”. En ambos casos los problemas se agravan por un tratamiento uniforme de problemáticas distintas y esparcen el problema con mucho menos control.
Todo lo anterior debe ser tenido en cuenta a la hora de analizar las reacciones de los diversos entes políticos y sociales ante la crisis. Es evidente que la actuación de un Estado mononacional como el portugués o uno realmente federal como el alemán, tendrán muchas más facilidades para organizar una actuación coordinada, responsable y, por lo mismo, eficaz de su sociedad, que estados unitarios como el francés o unitarios y autoritarios como el español, donde, a pesar de las pretensiones del ‘mando único’, el caos de gestión, y el virus, campan a sus anchas.
Así, Aleix Sarri dice en Nació Digital (2020/04/20):
Como se ve comparando con el número de muertes (en Cataluña) de otras pequeñas, pero independientes, naciones de Europa, la falta de soberanía, se paga muy cara.
Comparando dos estados de la UE, grandes y vecinos, el periodista Lluis Foix dice en La Vanguardia (2020/04/23):
El editorial (de Le Monde) del día 20 decía que los efectos del coronavirus a los dos lados del Rin revelan un abismo. Sanitario en primer lugar si se comparan los casi 20.000 muertos en Francia (65 millones de habitantes) con los 4.500 en Alemania (83 millones). Y político en segundo lugar si se tiene en cuenta que un 60% de los alemanes confían en su Gobierno mientras que en Francia la confianza se reduce a un 34%.
Incluso Grecia, otro Estado básicamente mononacional, parece que ha gestionado mejor, con más éxito, la crisis de la pandemia. También lo ha hecho Portugal a pesar de los más de 1.200 Km. de frontera que lo separan del Estado español.
Corea del Sur y Taiwan han conseguido un considerable éxito basado sobre todo en el control de las personas a través de test generalizados y amplias medidas de tomas de temperatura, etc. Espectacular es también el caso de Vietnam, con un pobre sistema sanitario y que, mediante el control férreo de fronteras con China y cuarentenas estrictas a los procedentes de otros lugares del planeta, ha conseguido evitar muertes.
En todos los casos queda de manifiesto que la gestión de estados pequeños y uninacionales o de algunos grandes, pero realmente federales, se enfrenta a la crisis provocada por la pandemia de forma mucho más eficaz y democrática.
En este sentido son significativas de una situación de minoración y acomplejamiento las declaraciones del Presidente del Parlamento catalán Roger Torrent. A una pregunta de un periodista:
¿Que si una Cataluña independiente habría combatido mejor el coronavirus? Lo último que pide esta crisis son planteamientos nacionalistas y los independentistas tenemos que alejarnos de discursos que tienen connotaciones nacionalistas.
Todo lo expuesto anteriormente facilitaba una respuesta, no sé si afirmativa o negativa –creo que afirmativa- pero en ningún caso ese intento de “cambiar el tema”, cuando si alguien se ha caracterizado por un exacerbado nacionalismo y absorción total de competencias ha sido, precisamente, el Estado español. Y no precisamente con gran éxito.
Otro asunto del que se ha hablado también es que parece que los estados que mejor han manejado la crisis han sido los gobernados por mujeres. Lo interesante del asunto es que excluyendo Alemania, un Estado grande pero que es, precisamente, federal, el resto son estados pequeños o medianos. Puede que ambos factores tengan una cierta correlación entre sí, pero, en todo caso, muestra que los estados grandes, unitarios, plurinacionales que no reconocen las naciones sometidas, son los que lo han gestionado peor.